sábado, 29 de marzo de 2014

El arte del jabón refundido


Cuando uno se sumerge en el mundo de los jabones descubre que no todo es tan sencillo como parece y que algunas veces no salen tan bien como nos gustaría. Tenemos restos de jabón recortado, jabones a los que les desaparece el olor, jabones de un color que no nos convence, trozos de jabones usados... Pero hemos usado ingredientes caros y no queremos tirarlos ¿qué hacemos? Pues refundirlos.

Por eso es importante aprender a dominar esta técnica, porque la usaremos muy a menudo, al menos al principio (como es mi caso).

Es fácil, pero hay que cogerle el tranquillo. Primero, rallamos el jabón lo más fino posible. Luego lo pesamos. Lo colocamos en un cazo y añadimos el 10% del peso del jabón de agua (destilada o filtrada) y otro 20% del peso de glicerina. Se pone a fuego muy lento y se remueve pacientemente. Veremos cómo el jabón comienza a fundirse. Hay que mezclarlo bien, pero no con mucha fuerza porque no queremos que haga espuma. Nos sentiremos tentados de echar más agua ¡no lo hagáis! Si no, tardará una eternidad en volver a endurecer. Hay que esperar pacientemente a que se funda todo el jabón, si no, tendremos trozos más duros en el jabón final.

Una vez fundido se pueden añadir aromas o colorantes si lo deseamos y luego enmoldar. Es mejor usar moldes sencillos, sin esquinas ni dibujos complicados porque si no quedarán agujeros. Esperar a que endurezca y desmoldar. Esperar unos días a que se ponga completamente duro y ya se puede usar.

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